Por: Antonio Sánchez García
Logró un prodigio jamás alcanzado por gobernante alguno en América Latina y del que pueden preciarse escasísimos gobernantes en la larga y tumultuosa historia de la humanidad: gobernar a plenitud, de la manera más omnímoda y despótica imaginable, sin graves contratiempos y ni una sombra de competencia o alternativa durante cuarenta y nueve años. Medio siglo. Usando el garrote y la palabra, la metralla y la fascinación de su exhuberante personalidad. Una proeza verdaderamente bíblica. Si viviéramos en tiempos remotos, se le hubiera podido parangonar con Matusalén. O Salomón, el sabio. O Atila, más cercano a nosotros.
Tomó el poder en plena guerra fría y a escasos kilómetros del corazón del último imperio más poderoso conocido por la humanidad. Y en un despliegue de talento, astucia, perseverancia y habilidad sin límites blindó la pequeña isla del Caribe que le sirviera de escenario a la napoleónica exhibición de su inescrupulosa ambición como para que le sirviera de fortaleza y campo de experimentación a sus delirios. Talvez sea esa su más profunda contradicción y la mayor frustración imaginable para una vida destinada a alcanzar las alturas de un reinado extenso y vasto como el de Alejandro: fue un monstruo cuaternario, perverso e inconmensurable condenado a desplegarse dentro de un caparazón minúsculo, estrecho y asfixiante.
Hizo cuanto estuvo a su alcance para trascender los estrechos límites de su Barataria. En una desmesura sin par pretendió exportar su revolución y apoderarse de todo un continente para, desde allí, intentar la conquista del universo. Para lo cual debió enfrentarse no sólo a los Estados Unidos sino a los otros dos grandes poderes imperiales del planeta: China y la Unión Soviética. Tuvo el carisma, la tenacidad y la osadía como para intentarlo. Empujando de paso a varias generaciones a la hoguera del sacrificio ritual en homenaje a su megalomanía. Tantas generaciones sacrificadas en vano no le sirvieron de nada. Fue el artífice de una hecatombe: medio siglo de esfuerzos perdidos para un continente hoy ediento de sensatez, de paz y sentido común.
Genio de la manipulación mediática y mago de la impostura, logró vender su proyecto revolucionario a la inefable progresía mundial gracias a delirantes cifras estadísticas que maquillan una realidad pavorosa: Cuba es superada en ruindad, pobreza y miseria sólo por Haití. Pero en el colmo del realismo mágico convirtió a su hacienda privada, Cuba socialista Inc. en la principal exportadora de médicos o paramédicos, alfabetizadores y preparadores deportivos del tercer mundo. Rizando el rizo del absurdo y gracias a la fascinación que ejerciera sobre el teniente coronel Hugo Chávez, ha elevado a su pobre isla a la categoría de nación exportadora de petróleo.
Ha renunciado al Poder. En otras palabras: Castro, el tirano, ha muerto. Nos deja en herencia el despojo de Fidel, el revolucionario, para ser incinerado en el altar de la inmortalidad. Ya era hora.
1 comentario:
Me parece oportuno traer a colación el fragmento de un artículo escrito por Ioan Michai Pacepa que dice lo siguiente: "Ni dentro ni fuera de Cuba nadie tiene un cuadro claro sobre la salud de Fidel, física o política. Sin embargo, está sucediendo algo que Raúl hubiera podido aprender de sus maestros de la KGB. Leonid Brezhnev murió el 10 de diciembre de 1982 pero el presidente de la KGB, Yuri Andropov, mantuvo en secreto su muerte durante varios días para ganar tiempo y consolidarse en el poder. Una vez en la jefatura del Kremlin, el cínico Andropov se apresuró a presentarse a Occidente como un comunista “moderado,” un hombre sensitivo y cálido que supuestamente amaba un ocasional trago de scotch, le encantaba leer novelas ingles y escuchar jazz americano. Todo era mentira.
Puede que Raúl trata de presentarse como un reformista y un pacifista. Pero la era de secreto de Andropov ha pasado. Espero que otros que conocen a Raúl tan bien como yo conocí a Ceaucescu den un paso al frente, lo desnuden políticamente y se lo muestren al mundo como realmente es: como un asesino y un terrorista internacional que ha hecho una inmensa fortuna traficando con armas, drogas y seres humanos".
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El general Ioan Michai Pacepa, antiguo jefe de inteligencia exterior de Rumania, es el oficial de mayor rango que haya desertado nunca del antiguo bloque soviético. El 24 de diciembre de 1989, Ceaucescu y su esposa fueron condenados a muerte. Durante el juicio, la mayoría de las acusaciones repetían lo afirmado por el libro de Pacepa, “Horizontes Rojos” (Red Horizons).
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